jueves, 4 de abril de 2013

Un relato sobre las segundas oportunidades

Título: La reconstrucción. 
Guión y dirección: Juan Taratuto. 
Con Diego Peretti, Claudia Fontán, Alfredo Casero, Maria Casali, Eugenia Aguilar y Ariel Pérez. 
Duración: 85 minutos. 
País: Argentina 
Año: 2013 


Por Maximiliano Audisio | Cine

Eduardo es un personaje extremadamente solitario, se preocupa por sí mismo y por nadie más. Su mundo se reduce a una casa sin luz y un trabajo en un yacimiento ubicado en Rio Grande. Recibe un llamado que por días no quiere atender, es su amigo Mario quien le pide que se dirija a Ushuaia porque necesita de su presencia y ayuda por unos días. Eso será solo el comienzo…

Luego de tres películas (No sos vos, soy yo, ¿Quién dijo que es fácil? y Un novio para mi mujer) que supieron ubicar a Juan Taratuto bajo la etiqueta de revitalizador de la comedia argentina de la última década, el director se animó a dejar atrás la exitosa formula de risas y amor con la gran ciudad como trasfondo, para arriesgarse y realizar un fuerte cambio de género, tono y registro, dando lugar a la tristeza, la soledad y la inmensidad de la Patagonia. Si bien mantiene a Diego Peretti como protagonista, en La reconstrucción se sumerge en el drama, abordando nociones, conflictos y sentimientos inéditos hasta ahora en su filmografía.

Afortunadamente, Taratuto sale azaroso de la situación y logra mediante este saludable pero brusco cambio un resultado más que digno. Quizás La reconstrucción no sea un film de fácil consumo como los tres anteriores, que en esta oportunidad el director se centre más en la descripción y en el desmenuzar a cada uno de los personajes, que la resolución termine siendo relativamente apresurada, pero que al mismo tiempo desde su trabajo como cineasta de un paso adelante logrando una película más profunda y rigurosa que sus trabajos anteriores, con la construcción de un concepto, un armado y una puesta en escena que rompen por completo con la estética que venía trabajando.

Entre escenas en exteriores (que por momentos remiten al cine patagónico de Carlos Sorin), diálogos casi nulos y primeros planos, Taratuto nos entrega una primera mitad de film en la cual se encarga de mostrar el grado de soledad, desprecio y amargura que acumula Eduardo, de quien se nos revelara a medida que pasen los minutos una pesada carga emocional, dolor y frustración que tienen que ver con su pasado.




Retomando la historia, Eduardo llega a Ushuaia. Allí están su viejo amigo Mario (Alfredo Casero), junto a su esposa Andrea (Claudia Fontán) y sus dos hijas (Maria Casali y Eugenia Aguilar). El personaje se sigue mostrando reacio al mundo que lo rodea, ni siquiera la vitalidad de Mario lo hace cambiar de parecer; es obstinado, individualista y hasta grosero. De repente todos se encuentran frente a una situación inesperada donde las cosas con Mario salen realmente mal y es aquí donde se da el quiebre en el film. A partir de allí, entre las sombras, como un sinuoso constructor y acompañado por ese grado de individualismo extremo, será Eduardo el que deberá hacerse cargo de su presente y el de los demás. 

Mediante una revisión breve, contextual y una resolución concisa, el film avanza hasta un momento en el que se plantea una encrucijada. Allí donde se debe tomar la decisión, el personaje se encuentra con la reconstrucción final y por su parte, el espectador asiste a la construcción total del relato, con lo cual (valga la redundancia) ahora si la reconstrucción es completa.

El film aborda temas como la muerte, el dolor y las segundas oportunidades, logrando quizás en algún espectador cierto tipo de incomodidad por los temas tratados y lo innecesario de golpes bajos. Pero golpes bajos no abundan en el film y Taratuto posee el suficiente conocimiento, comprensión y sensibilidad como para evitar el golpe bajo innecesario y lograr que la construcción del relato sea eficaz.

Se valora la frivolidad a la hora de abordar esos temas, la utilización de una locación poco explotada y explorada dentro del cine nacional, junto a las actuaciones, el tratamiento visual, la música y la riqueza del relato. Todo esto habla de un futuro alentador, con más matices y con mayor riqueza para el cine de Juan Taratuto, quien podría haber decidido encasillarse en el género que supo darle renombre y éxito, pero no. Quizás frente a esto haya que darle un doble valor al título del film y concluir con que estamos frente a una reconstrucción de su filmografía, donde el director asume un riesgo claro yendo en busca de una nueva mirada y una nueva forma de contar historias y eso es algo que debe ser valorado, sobre todo si se logra un film de las características de La reconstrucción.



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