miércoles, 22 de mayo de 2013

Los famosos y sus caprichos en los tours.



Por Gracia Zamblera | Gossip

Ya te dije una vez que con esta columna no pretendo cambiarte la vida pero con que te diviertas un rato a mi me sobra y me basta.
Hoy te voy a contar cuáles son los pedidos de los famosos cuando están de gira. Ahí van:

- Madonna, la reina del inodoro.La reina del pop posee un prontuario de requerimientos bastante extraños cuando se trata de alimentos y bebidas. Pero lo más curioso de todo es un especial pedido que se encarga de corroborar ella misma. Madonna pide un asiento de inodoro completamente nuevo para su baño privado… ¡en cada concierto que da!

-Sir Paul McCartney y las hojas.
El ex integrante de Los Beatles tiene un talento realmente indiscutido. Pero, no creo que respaldarse en eso sea un buen escudo para sostener las locas exigencias que demanda a cada lugar que va. Paul, amante de las plantas, pone en su lista las medidas que deben tener las hojas. Sin contar la comida vegetariana.

- Axl Rose se pone geométrico.
Las extravagancias del líder de los Guns N” Roses son conocidas por todos. En Argentina, por ejemplo, antes de un show en Buenos Aires, pidió un melón cuadrado oriundo del Japón, 18 rosas blancas en su habitación y una botella de vino italiano Borolo. Ya para su llegada al Perú, en febrero del 2010, el cantante demostró que puede ser incluso más exagerado. ¿Qué pidió? Nada menos que un piso entero. Y no cualquiera: reservar todo un piso del hotel más lujoso de Lima y obtener los planos de distribución y construcción de dicho lugar para encargarse él mismo de su supervisión.

- Prince y el film plástico.
Prince, el diminuto artista que nos hizo y nos hace bailar con canciones como Cream y Musicology, cuando esta de tour se transforma en una personita (sic) muy meticulosa con la higiene y la asepsia de sus camarines. Para esto, solicita que toda su comida esté siempre cubierta por papel film plástico y solo la ingiere cuando corrobora que la misma se encuentre cubierta como él lo desea. Además, deben estar recubiertas con este film los sillones y alfombras, y debe ser él quien les saque el envoltorio. Por último, el pide que un médico esté disponible las 24 hs. donde quiera que él se encuentre para administrarle una dosis inyectable de vitamina B12. Como podemos ver, para el principito la salud es lo más importante. 

lunes, 13 de mayo de 2013

Al escritor que me enseñó la muerte


Por Pablo Durio | Literatura

En la imagen se lo ve a Guibert solo, con la piel pegada a los huesos de la cara, con ropa que –ahora- le queda grande. Está flaco y solo y de esa belleza francesa que lo convirtió en uno de los hombres más lindos y polémicos de Francia queda poco. Casi nada. Le quedan sus ojos, siempre le quedarán sus ojos, aunque de uno casi no vea.
Está sentado en un sillón grande de madera de un cuerpo y se arremanga tanto la camisa roja como el saco azul. Espera una inyección, una más, una de tantas. De fondo se escucha su voz, en un impecable francés, que relata lo que estamos viendo. Se acerca la enfermera, lo toca, lo inyecta. Hervè Guibert, que nació en 1955 en una familia clase media cualquiera de París, tiene SIDA. Se está muriendo.

La imágenes corresponden al documental que grabó sobre su vida y sobre su muerte –sobre todo de esta última- llamado El Pudor o El Impudor. Ese es su relato final.

Fue fotógrafo, actor, director de cine y escritor. Fue periodista y escribió para Le Monde una columna sobre fotografía. Y ni siquiera todo su talento pudo opacar lo que la sociedad francesa le reclamaba y le reprochaba: que fuera abiertamente homosexual, que le gustaran los hombres, que escribiera todo el tiempo sobre sí mismo y que sus obras no fueran más que una mezcla “fría, glacial, insoportable y cruel” de autobiografía y ficción.

Guibert sabía que la sociedad no aceptaba sus gustos y quizás por eso decidió luchar abiertamente contra ella. “Cuando veo el hermoso cuerpo desnudo, carnoso, de un albañil en una obra, no sólo me gustaría lamer, sino también morder, jalar, masticar, tragar. No descuartizaría, según la moda japonesa, a uno de esos obreros para apretujarlo en mi congelador: me gustaría comerme la carne cruda y vibrante, cálida, dulce e infecta”. Vivió su vida pública como gay, aniquiló su cuerpo social hablando sobre la enfermedad y sobre lo que los demás llamaban su “suicidio sexual”, y se metió con uno de los máximos exponentes de la intelligentsia francesa de la época: uno de los amores más importantes de su vida fue Michel Foulcault, y sobre él escribió el libro que la catapultó al éxito, Al amigo que no me salvo la vida (1990).

Pero Hervè tuvo otros amores: Thierry Jouno, y un adolescente de 15 años al que se conoce como Vincent M. y sobre el que escribe el libro Fou de Vincent.
En 1988 le diagnostican SIDA y él vuelve su enfermedad el centro de su obra. Guibert coquetea con la muerte, baila con ella hasta que ella lo seca y lo aplasta y sobre ella dice: “La amordazan, la censuran, pretenden ahogarla en el desinfectante, asfixiarla en el hielo. Yo quiero que saque su voz potente y que cante, diva, a través de mi cuerpo. Será mi única pareja, seré su intérprete. No dejar que se pierda este manantial espectacular inmediato, visceral. Darme la muerte en el escenario, ante las cámaras. Dar este espectáculo extremo, excesivo de mi cuerpo, en mi muerte. Escoger los términos, el progreso, los accesorios.”

Mientras pasan los años y la enfermedad avanza, el coraje de Guibert (quien a esta altura ya sufrió la muerte de varios de sus amores y sus amigos) disminuye y aparece la vergüenza de afrontar la verdad ante su familia. El hombre que escribió todo lo que quiso sobre su romance con uno de los filósofos más importantes de la historia y que hizo pública su condición sexual sin la autorización de este último (cuando Guibert publica Al Amigo que no me salvo la vida Foulcault ya estaba muerto); el hombre que aceptó e hizo frente, estóico, a todas las críticas; el hombre que usó su talento como un revólver que sostenía mientras apuntaba mirando entre sus rulos para disparar al centro de un mundo que no lo entendía, sosteniendo la mano de otro hombre con fuerza, ahora tiene miedo de la mirada de sus padres: “Mi preocupación principal en todo este asunto es morir lo más lejos posible de la mirada de mis padres.”, anota, Guibert, con un brillo triste en la mirada y con el revólver ahora descargado, con la mano cansada.

Citomegalovirus, diario de hospitalización, trata sobre su muerte, sobre su soledad, sobre sus miedos pero también sobre su sentido del humor.  En el relata el período que estuvo internado tratando de no perder un ojo (citomegalovirus es –la obviedad de la no sorpresa y la redundancia- un virus común para los enfermos de VIH antes de la aparición de los antirretrovirales en 1996), entre el 17 de septiembre y el 8 de octubre de 1991, y escribe como una protección, como un antidepresivo. Escribe porque ya casi no puede leer y escribe porque ha decidió que hasta el último momento hará lo que se le antoje y se revelará contra todo el canon de la literatura francesa que llama a sus relatos peyorativamente como “literatura del yo”, y lo tildan de narcisista. Escribe para hacer pública su vida para que nadie después diga que él jugó con la publicidad de la vida de Foulcault para hacerse famoso y luego esconder la propia. Hervè amaba a Michel y lo extrañaba.

¿Por qué diablos no se terminará de juzgar al narcisismo? ¿Cómo un sustantivo encantador y serio pudo volverse tan trivialmente peyorativo? Lo que se denigra como narcisismo: ¿no es acaso el mejor de los intereses a los que uno debe dedicarse, para acompañar a la propia alma en las transformaciones?

Casi ciego por causa del SIDA, con un cuerpo que él mismo –amante de los cuerpos de los hombres- ya no podía soportar, Hervè Guibert intentó suicidarse en la víspera de su cumpleaños, y murió unos días más tarde, el 27 de diciembre de 1991.



***
Obra: Citomegalovirus, diario de hospitalización.
Autor: Hervè Guibert.
Edit: Beatrz Viterbo Editora.
63 pág.

viernes, 10 de mayo de 2013

The Dark Side of “The Shining”


Por Maxi Audisio | Cine

Título: Room 237
Director: Rodney Ascher
Guión: Rodney Ascher
Música: William Hutson, Jonathan Snipes
Fotografía: Rodney Ascher
Año: 2012
Duración: 104 min.

The Shining es quizás el trabajo más enigmático de Stanley Kubrick por la experiencia de horror ante la que somos expuestos, la simetría casi enfermiza que maneja y su capacidad de desorientarnos al alejarse tanto del libro de Stephen King. Para la mayoría puede tratarse sólo de una película, para otros es una gran metáfora que desata múltiples teorías sobre dobles intenciones del director con mensajes ocultos e incluso una cubierta para revelar la verdad sobre los logros de la denominada era espacial. Un film que pese a tener más de 30 años de edad sigue generando controversias, inspirando el debate, la especulación y el misterio.

Ante tantas preguntas sin respuestas, el director Rodney Ascher no tuvo mejor idea que llevar a cabo un documental llamado Room 237 (si, al igual que la habitación en la cual Danny Torrance entra y se encuentra con un panorama horripilante) que explora las numerosas teorías sobre el significado oculto dentro de la película de Kubrick. El director investiga a través del documental todos esos significados ocultos en la película de 1980.
En dicho documental son cinco puntos de vista muy diferentes los que se exponen y ven la luz a través de una voz en off, fragmentos de películas, animaciones y representaciones teatrales, todo, mediante cinco entrevistados (que no son simples fanáticos, sino reconocidos profesionales del periodismo y de la enseñanza académica) que responden a preguntas simples, similares, pero conforme avanza el documental y sus teorías son comprobadas con las imágenes de The Shining, nos sentimos desorientados, y nos preguntamos si algunos de estos narradores tendrá razón en lo que dice.
En primer lugar, el periodista Bill Blakemore explica como The Shining es una alegoría sobre el destino final de los indios americanos mediante hachas (memorable escena de Jack Torrance destruyendo una puerta), latas de comida apiladas en algunas escenas y el cementerio indio oculto en los cimientos del hotel. De forma igual de convincente, el profesor Geoffrey Cocks muestra evidencias de como Kubrick insertó el tema del Holocausto a través del número 42, que aparece en múltiples ocasiones en el filme y que haría alusión al año en que los nazis iniciaron la práctica de la Solución Final con los campos de concentración y exterminio.
Por su parte, Juli Kearns y el músico John Fell Ryan, insisten sobra las múltiples etapas en la conciencia del pequeño Danny a través del recorrido de pasillos a bordo del triciclo y la posible manipulación de sus padres en esos ascensos y descensos. Aquí, mediante
recorridos virtuales demuestran que hay espacios con arquitecturas imposibles, ventanas donde no puede haberlas y habitaciones que no hay forma de que existan.
Otra de las teorías plantea que para comprender The Shining es necesario verla al derecho y al revés, de forma simultánea, y que todo esto es obra de Kubrick con la novela de Stephen King tan solo como pretexto de entretenimiento.
Pero la última y quizás la más interesante de todas, es la perspectiva desarrollada por el escritor Jay Weidner que relaciona el número 237 como un supuesto guiño de Kubrick para revelar su participación en el montaje de las imágenes del Apollo 11 y la llegada del hombre a la la luna.
En una escena de la película se ve a Danny jugando con cohetes en el suelo, sobre una alfombra. Está sentado dentro de un dibujo con forma hexagonal, la misma forma que la plataforma de despegue del Apolo 11. En un momento dado el niño se levanta, se aprecia allí que su pulóver contiene una imagen de la nave, lo cual haría alusión al despegue de la misma, mientras con el cohete en la mano, Danny camina hacia la temida habitación 237. Weidner explica y concluye que a los escolares de la década de los sesenta se les enseñó que la distancia entre la Tierra y el satélite lunar era de 237.000 millas.
Del documental se puede decir que busca de alguna forma la subjetividad. El director no cree estar en posesión de la verdad definitiva sobre la película, en su lugar intenta dotar desde una perspectiva determinada, esta eterna discusión cinéfila aportando nuevas (re)interpretaciones, miradas y curiosidades, transformandose en un filme sobre la naturaleza de la obsesión y la capacidad para comprobar que cualquier cosa puede ser real.
Por supuesto el debate no termina y las respuestas no son definitivas, nos quedamos tan solo con interpretaciones de lo que quizás Stanley Kubrick quiso demostrar con su película. Lo único que podemos hacer por el momento es ver y disfrutar de The Shinning y Room 237 en la búsqueda de esas significaciones que seguramente jamás sabremos si son reales o no.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Los famosos y su tiempo libre


Por Gracia Zamblera | Gossip

Dentro de las pocas cosas que todo ser humano anhela y desea con ansias, es tener tiempo libre para hacer lo que realmente le gusta: escuchar música, leer, dormir, hacer gimnasia, estar con amigos o lo que fuere.
Obviamente, la gente que es famosa y mundialmente conocida tiene, además de dinero, mucho tiempo libre para realizar diferentes actividades, que paso contarte:

- Angelina Jolie, Julia Roberts, Sarah y Hyllary Swank, ponen el “modo abuela ON” y se dedican a tejer.

- Robbie Williams, Will Smith, Tobey Maguire, Madonna y Jennifer López pasan horas tranquilamente sentados en una mesa frente a una caja de juegos, pero lo cierto es que estos famosos son adictos al Monopoly, al backgammon y al dominó entre otros muchos juegos. El preferido de las estrellas: el Scrabble, tiene tantos adeptos que cada año durante el Campeonato Mundial se publica una lista oficial de celebrities adictas como Chris Martin, Mel Gibson, Christina Aguilera y Nicole Kidman.

- Brad Pitt saca el arquitecto que se esconde en él y se dedica a las decoraciones de ambientes, incursiona en diseños arquitectónicos y colecciona esculturas metálicas.

- Charlie Sheen, cuando no esta de fiesta con mujeres y otros condimentos, pasa su tiempo viendo los partidos de su equipo de Baseball favorito: Los Cincinatti Reds.

- Rod Stewart, cada vez mas despliega mas sus dotes de lord inglés serio y se dedica a armar trenes de miniatura. Lo curioso (si es que ese dato no lo sea) es que es muy reconocido por este arte y hasta una de sus creaciones salió en la tapa de la revista Model Railroader, que según dicen muchos, le significó más excitación que la tapa de una Rolling Stone.

- Alice Cooper, rockstar desde 1964, además de ser una gran influencia para muchos otros como Marilyn Manson, Vincent Damon Furnier como realmente se llama, es un apasionado golfista. Es raro verlo sin maquillaje y con camisa rosa de golf y guantes blancos.

Y para cerrar este post, te cuento el hobby de Charlie Watts, baterista de los Rolling Stones, el cual es un reconocido coleccionista de automóviles. Esto no es raro en las grandes celebridades, pero el caso de Watts destaca porque él nunca ha tenido una licencia para conducir. WTF??








martes, 7 de mayo de 2013

Mad por Mad Men


Por Juliana Rodriguez | Tevé

Volvió Mad Men. Volvimos a respirar aire de series. La ficción más sexy, inteligente, glamorosa y dramática de la TV ya está en el cable con su sexta temporada, que tuvo un inicio a la altura de su fama. En un comienzo de capítulo doble, Don Draper (el personaje que originó entre sus fans una nueva religión: el “dondraperismo”) está como pocas veces lo vemos: de vacaciones. En pleno Hawai, disfrutando unos días con su nueva mujer, empiezan a ocurrirle cosas extrañas.
La nueva temporada retoma la vida de Draper y sus compañeros en la agencia de publicidad, ya en la década de 1960, y se detiene en esta nueva etapa: de su socio Roger y sus búsquedas existencialistas (con un humor sutil), de su ex empelada Peggy y su pase a la competencia; de su compañero Pete (personaje más odiado que el mismísimo Joffrey de Juego de tronos) y sus crisis maritales. No queda afuera la ex mujer de Don, Betty, convertida en una ama de casa cada vez más oscura y demente; y de su nueva mujer, que busca crecer como estrella de TV.
Con todo esto, Mad Men sigue siendo una estrella en la programación de dramas, básicamente por sus dos personajes principales: Draper y su búsqueda incesante (de identidad, de paz, de éxito, quién sabe hay al final de su búsqueda); y la vida adulta de una sociedad que se está convirtiendo en otra cosa (en una sociedad de consumo, en una sociedad que no sabe que está por perder una guerra tremenda como al de Vietnam).
Pero, por sobre todas las cosas, Mad Men sigue haciendo lo que mejor hace: ser una serie en la que parece que no pasa mucho, pero en la que todo significa algo. En la que toda escena, mirada, plano y música de fondo hace sentido. En el que cada escena está por algo. Por eso la vemos con tanta atención.
Lunes, a las 22, por HBO.