miércoles, 3 de abril de 2013

Desaparezca Aquí

Por Pablo Durio | Literatura

Un jardín de infantes no puede –no tiene permitido- ser muy distinto de otro. Pero de pronto entre todos los nenes que están ahí hay uno que no sabe ser como los demás, que no juega con juguetes de colores, que no dibuja con crayones una familia feliz con un sol de fondo y una casa que rompe la armonía de un paisaje donde las personas son más grandes que las casas pero más infelices que el sol, que no tiene un autito en la mano ni una muñeca ni ladrillitos para armar una casa ni llora extrañando a su mamá. De pronto hay un nene entre todos que viste una polera negra y sale a caminar en la lluvia y lleva las manos en los bolsillo en señal clara de que detesta y no entiende el sinsentido hediondo del mundo que lo rodea: “No encontraba mucho placer en las cosas que les gustaban a mis compañeros: las «trepadoras» de la plaza, la calesita, los areneros, los baldecitos y las palitas,...bailar en círculos alrededor de alguna planta, todos agarraditos de las manos; sacar juguetes de bolsas, volver a guardar los juguetes en las bolsas, hacer cola para que te den leche chocolatada... todo eso me parecía sin sentido". 

Una reunión de pibes de 19 años no puede –aunque sí lo tenga permitido- ser muy distinta de otra. Pero de pronto entre todos los comentarios sobre la minita de turno, sobre los autos, sobre las borracheras, sobre qué es lo que van a hacer, hay un pibe que se levanta vestido de negro y va al baño a tomar cocaína: no soporta la superficialidad y la falta de romanticismo. Estamos en Los Ángeles, en una noche cualquiera, y ese pibe-nene es Bret Easton Ellis, nacido en esa ciudad en 1964 y autor de Menos que Cero y de su continuación, Suites Imperiales y, claro, detesta L.A. aunque le haya servido de inspiración para sus novelas y de escenario para su vida: "En Los Angeles la gente tiene serios problemas cuando pierde su belleza física porque allí todo es superficie: tienen cinco o seis años para hacer dinero, y luego, bueno, el horror". La vida de Ellis disfrazó de superficialidad su encanto real y tiñó de rock, drogas, sexo, bisexualidad, misterio y belleza todo lo que pasó por su lado y Menos que Cero fue la novela que lo catapultó al éxito y lo hizo millonario cuando sólo tenía 21 años. Después de eso vino la fama y más dinero aún destinado al descontrol: vivió durante muchos años en un departamento sin muebles durmiendo en el piso en un colchón tan destruido como sucio, rodeado de botellas vacías y botellas próximas al vacío, con todas las drogas que pudo ingerir, con sus papeles de lo que había escrito y pensaba del mundo, con las críticas despiadadas que Los-Desesperados-De-Siempre-Por-Dictar-El-Canon-De-La-Buena-y-Mala-Literatura habían hecho sobre su siguiente gran éxito: American Psico. Por suerte Los-Desesperados-De-Siempre no tuvieron razón y Menos que Cero fue una novela de culto, American Psico se convirtió en un clásico y Bret Easton Ellis es considerado la expresión de toda una generación y una gran marca e ironía de un mundo que poco tiene para ofrecer si no hay alguien dispuesto a contarlo en esos términos. 


El dolor, la verdad, y su crudeza son motivos y fundamentos de la obra de Ellis y fue así desde el principio: cuando era adolescente sus historias le costaron grandes peleas con las personas que conocía porque en todas revelaba la verdad: su ex novia drogadicta y su proveedor y amante; el tipo que le puso mda al ponche; todas las personas con las que se había acostado fueran hombres o mujeres. A Bret Easton Ellis no le importó jamás decirlo, por indiferencia o por arrogancia, por su característica megalómana. Característica que, por otro lado, comparte con el personaje principal de Menos que Cero y Suites Imperiales: Clay, un pibe de 19 en el primer libro, que cuenta cuatro semanas que pasa en Los Ángeles y el mismo Clay pero ahora de 40 en el segundo que regresa a L.A. después de muchos años y una carrera medianamente exitosa como guionista de cine (cualquier parecido con la realidad de Ellis –hoy también guionista- es pura coincidencia). El trasfondo es el mismo: la superficialidad exasperante de la noche con todos sus excesos: incluídas muertes, violaciones, asesinatos, bestialidad narrativa y frialdad calculada y manipuladora pero sobre todas las cosas, es un trasfondo cubierto de mensajes en las grietas. Hay de algún modo un grito de ayuda desesperado de Clay en el primer libro por encontrarle un sentido a todo, una solución, un Clay que quiere salvar a su amigo del colegio Julian que se ve envuelto en la prostitución masculina obligado por sus deudas con los dealers, que mientras lo ve siendo penetrado por un hombre de 40 años en la habitación de un hotel no puede menos que esquivar la mirada y recordar cuando ambos jugaban al fútbol en la escuela. Clay en su desesperación recuerda pero no llora –no puede, no quiere, la merca no lo deja- las vacaciones con sus abuelos y lo fácil y feliz que todo parecía siempre un momento antes de ser arrasado por el mayor de los desprecios y lugar común de todos los personajes de ambos libros: el egoísmo sin términos ni condiciones. Ya en Suites Imperiales, Clay ha perdido todo rasgo de romanticismo, casi cuarenta años después no hay redención ni perdón para ninguno de los personajes. Pero volvamos –o mejor dicho: sigamos- hablando del dolor. De ese Dolor. 

La madre de Ellis, estando él en el secundario, recibió una carta de un profesor que decía que Bret escribía estupendamente bien, pero que se notaba que era alguien que sufría. Y sufría mucho. “Yo nunca juzgo a mis personajes. Escribo desde el sentimiento. Y mis personajes no son frívolos sino gente dañada que ha sufrido. Todos mis libros están escritos habiendo conocido el sufrimiento. Mis novelas están basadas en el dolor. Aunque después, escribir es una liberación. Es una terapia maravillosa". 

Lo cierto es que a Suites Imperiales no le hace falta Menos que Cero y esta última destruye por completo a su secuela. Menos que Cero es lejos mejor que la segunda: no necesita de un misterio de fondo para mantener la atención, no necesita personajes misteriosos ni una subtrama de asesinatos, persecuciones y espionaje que sí sostiene a Suites. Bret Easton Ellis no necesita saquear a los primeros personajes que le dieron éxito y si lo hace quizás sea por indiferencia o por arrogancia, da igual. 


Después de él vendrían muchos intentando ocupar su lugar, lo que nunca entendieron es que la mente de Ellis es una rosa blanca teñida con sangre que cae prendida fuego por un abismo donde al final, siempre al final, hay una fiesta esperándolo, una chica hermosa o un pibe muy fachero con quien acostarse, una línea de merca y, no podía ser de otro modo, un cartel gigante que dice: “Desaparezca Aquí”.



Menos que Cero, Ed. Anagrama, 182 páginas. 
Suites Imperiales, editorial Mondadori, 150 páginas. 
Autor: Bret Easton Ellis




Acá un video en donde el autor lee un fragmento de Suite Imperiales:


1 comentario:

pipi dijo...

¡perturbadora!