martes, 11 de junio de 2013

Bienvenido a mi pesadilla

Por Pablo Durio | Literatura 



Tim Burton vive en un universo paralelo donde se cuentan al mismo tiempo millones de cuentos de hadas oscuros y pop. En ese universo la princesa probablemente esté muerta y tenga grandes ojos y grandes ojeras y el príncipe no sea más que un pibe perturbado y sensible que no soporta las sonrisas marca Avon que se pavonean orgullosas e hipócritas a su alrededor. El universo Burton es una burla negra a un mundo al que no para de escupir aunque su enojo sea dulce y las historias no sean más que historias de amor.

Pero al igual que todos los universos (paralelos o reales), el de Tim Burton tiene una grieta importante: para regocijo de sus principales detractores existe una foto de un joven Tim peinado y sonriendo. La catástrofe, el símbolo de que su pelo alguna vez tuvo orden y su sonrisa un motivo válido: el último y único elemento que cuenta de otra forma la infancia que él describe como “muy atormentada”.

Era 25 de Agosto de 1958 cuando Bill Burton –que trabaja en Parques y Paseos luego de una fugaz carrera en el beisbol– y Jean –que tenía una tienda de regalos para gatos cuando nadie apuntaba al mercado de las mascotas llamado Cats Plus– tuvieron a su hijo Tim. Probablemente nació de noche. En la noche de Burbank: una tierra feliz para los padres, pero “un lugar maravilloso desde el punto de vista infernal”, según el niño. “Cuando uno es chico piensa que todo es extraño. Y, a su vez, uno piensa eso porque es chico. Pero un día uno descubre que ya es un hombre y que… todo es extraño”.

Burton no se lleva bien con sus padres, no les habla –al día de hoy no les habla– y probablemente no lo haga nunca. Y no sólo sus padres lo molestan, también lo molestan el entorno, la fingida felicidad, el subtexto de normalidad: “Creo que en el ambiente en que yo crecí, sí, había un subtexto de normalidad. Ni siquiera sé lo que significa la palabra, pero está atrapado en mi cerebro. Es extraño. No sé si es específicamente estadounidense o estadounidense en el momento en que crecí, pero hay un sentido muy fuerte de la categorización y la conformidad. Recuerdo que estaba obligado a ir a la escuela dominical a pesar de que mis padres no eran religiosos. Nadie era realmente religioso, sino que era sólo el marco. No había pasión por ello. No hay pasión por nada. Sólo un lugar tranquilo, algo vaporoso, un tipo de semi-opresión, ¡una paleta en blanco en la que usted está viviendo!”.

La paleta está totalmente en blanco y él quiere llenarla de colores, bueno, en realidad, quiere pintarla totalmente de negro y revivir a personajes muertos y matar a personajes vivos y jugar con cadáveres que cantan y bailan y robarse la navidad en un intento desesperado de que lo quieran, el niño Burton quiere crecer y trabajar “de ser el hombre que está dentro del traje de Godzilla”. Es un pésimo alumno, nunca leyó un libro, fundó el Club del Cementerio y filmó una película con muñequitos titulada The Island of Doctor Agor y su disco favorito es Welcome to my Nightmer de Alice Cooper. Cuando llega la noche se la pasa dibujando (es su modo de escapar de este-mundo a su-mundo) y, ya en la cama, le reza a su dios privado: Vincent Price.

Al terminar el secundario obtiene una beca para ir a CalArts (California Institute of Arts) fundado por el Sr. Walter Elías Disney ahora muerto y por su compañía ahora desesperada por encontrar a su sucesor, alguien que dibuje como Walt, alguien que pueda continuar con su legado de princesas platinadas y ratones que sonríen paranoicamente mientras mueven una varita mágica al ritmo clásico que le marca la orquesta de Philadelphia. “Me pusieron a dibujar para el zorro y el sabueso (un dibujo animado muy popular en los Estados Unidos). No me salían. No podía dibujar esos zorritos a la Disney. Los mío parecían topadoras”, recuerda Burton, que duerme 14 horas diarias (10 en casa y 4 en el trabajo –en un armario o debajo del escritorio-) hasta que lo trasladan y lo dejan dibujar lo que quiere. De esos dibujas nacerían, por un lado, los bocetos de lo más tarde sería El Extraño Mundo de Jack, y los poemas ilustrados de su libro: La Melancólica Muerte del Chico Ostra.

Escrito en 1997 y editado en español por Anagrama, al libro lo forman 23 historias con dibujos incluidos, narrados como poesía donde los personajes están repletos de desventuras e ideas atormentadoras y pasados horribles y futuros oscuros: algunos mueren, algunos están repletos de alfileres y no pueden moverse, otros tienen muchos ojos o muchos cables o están hechos de chapa o son directamente devorados por sus padres porque dan toda la potencia sexual que los progenitores han perdido y quieren recuperar: “supongo que si os coméis/ a vuestro niño podréis/ saciar el ansia carnal”, les dice el muy tierno y considerado doctor a los padres.

La enorme pecera que muestra detrás de los ojos de Tim a este desfile de personajes solitarios y diferentes y tiernos está explicada por las mismas fuerzas internas que movilizan a toda la marca Burton: el mundo es una porquería y los cuentos de hadas son mejores y sobre todo si tienen a la muerte y la oscuridad como marco narrativo, porque, se sabe, “cuando uno no tiene muchos amigos, y tampoco tiene una vida social, se convierte en alguien que puede observar las cosas, no tiene que hacerlas. Hay una extraña libertad al no tener que tratar a la gente como si fuera parte de la sociedad o alguien que tiene que cumplir con las relaciones sociales”.
Si el mundo fuera justo y estuviera bien contado, el universo Burton debería presentarse y terminarse con Alice Cooper cantando Welcome to my Nightmer, que es la invitación del mismísimo Burton, entre ropas negras y pelos despeinados:

“Bienvenido a mi pesadilla, 

Pienso que te gustara, 
Creo que vas a sentir que perteneces. 
Nosotros reímos y gritamos aquí, 
porque la vida es solo un sueño aquí, 
Sabes que por dentro te sientes en casa… 
Bienvenido a mi pesadilla, 
Bienvenido a mi locura”

La melancólica muerte del chico ostra.
Autor: Tim Burton
Editorial: Anagrama
137 páginas

domingo, 9 de junio de 2013

Una mirada demasiado superficial

"El Gran Gabsty", con Leonardo Di Caprio.
Por Maximiliano Audisio | Cine

Desde el momento en el cual se supo que “El Gran Gatsby” sería el film de apertura del “66º Festival de Cannes”, nada volvería a ser igual. No lo sería para este film, para su elenco, para los seguidores de Baz Luhrman, los lectores de Fittzgerald, ni para el mundo cinéfilo en general. El director de Australia ya había tenido la oportunidad de dar la apertura al festival de la costa azul en 2001, con lo que es quizás su mayor obra, “Moulin Rouge”, por ende existe una relación estrecha entre director-festival que llevaba a pensar que quizas todo sería color de rosas como aquella vez. Lamentablemente no fue así.

“El Gran Gastby” transcurre en New York en los dorados años 20, es la historia de Jay Gatsby (Leonardo Di Caprio, quien debería el Oscar por su actuación en esta película), un nuevo rico de quien se sabe muy poco y que se presenta como una verdadera incógnita entrando tardíamente dentro del film para cautivar desde el desconcierto y la fascinación tanto a Nick Carraway (Tobey Maguire) como a su eterno amor imposible, la simplista Dausy de Carrey Muligan.

El comienzo del film es deslumbrante y sin lugar a dudas lo mejor del mismo. Asistimos a la vida de quien será nuestro narrador y de manera ínfima somos espectadores también de esa figura siniestra que es el señor Gastby, de quien hasta el momento no se sabe demasiado, solo que vive en una gran mansión en la cual no hace más que dar grandes fiestas todo el tiempo. Un Gatsby que parece mantener una única inquietud relacionada con un destello/luz verde que observa cada noche desde su muelle.

jueves, 6 de junio de 2013

Los famosos y las supersticiones

Por Gracia Zamblera | Gossip


¿Quién nunca ha tenido una cábala para rendir un exámen o para conseguir algo importante?
¿Quién nunca evitó hacer ciertas cosas para eludir la mala suerte?
Vamos... quien me diga que no, tengo certezas de que me miente.
Pero en este caso, no vamos a hablar de tus cábalas ni las mías, vamos a hablar de los famosos y sus “recetas” para la buena suerte.

Ahí vamos:

- Collin Farrel: En 2011, el actor nacido en Dublín, ofreció una recompensa de 11.000 dólares para recuperar su “cinto de la suerte”. Este cinto fue un regalo de su padre y según un amigo, ya ha gastado más de 3.000 dólares en arreglarlo y repararlo a lo largo de varios años. El cinto ha pasado por muchas alteraciones, como agregarle extra agujeros con pedazos de cuero dado los diferentes cambios de peso del actor. Además, cuando comienza a rodar una película, usa un boxer con tréboles y en el elástico superior dice “The luck of the Irish”.

- Heidi Klum: La supermodelo recientemente separada del cantante Seal, ha declarado que su cábala es llevar los dientes que sus hijos, cabe aclarar, que son los dientes de leche que sus hijos han perdido. Ella contó que en una ocasión, en un avión, accidentalmente se sentó sobre ellos y los perdió en su butaca, cuando una azafata se le acercó para preguntar si necesitaba algo, ella respondió: “sí, necesito encontrar mis dientes”, la cara de sorpresa de la azafata fue indescriptible.

- Cameron Diaz: Su objeto de suerte contra el envejecimiento, es un collar que un amigo le regaló, con un dije que tiene forma de herradura de caballo y lo que podemos decir es que … so far, so good.

- Benicio del Toro: El año que este actor fue nominado como “Mejor Actor de Reparto” por Traffic, él reveló que tenía un talismán de suerte: un anillo con el centro de madera en vez de alguna piedra preciosa. El dijo que lo que le gusta de este accesorio es que, es como si estuviera tocando madera todo el tiempo. Y este anillo parece haberle dado la suficiente suerte como para haberse ganado el preciado premio.

- Lady Gaga: Esta excéntrica cantante pop, admitió que no tiene sexo cuando ella esta en etapa de composición o de tour, ya que ella piensa que tener relaciones carnales con otras personas, la desconcentran y prefiere de esta forma conservar sus “ jugos creativos”,tal como ella lo llama.

- Michael Jordan: El mejor jugador de basketball de todas las épocas, ha confesado que su amuleto de buena suerte es un short de deportes de cuando él jugaba en la Universidad de North Carolina. Este short se lo ponía debajo del uniforme de los Chicago Bulls, es decir, el equipo con el cual ganó múltiples campeonatos.

- Jennifer Aniston: Es frecuente que las personas le tengan un poquito de miedo al hecho de volar en aviones. Esta actriz no está exenta de esto, y para evitar cualquier susto, al subir a un avión, ella siempre le da una palmadita en la parte exterior de la nave como el avión en cuestión sea un “good boy”.

- Axl Rose: Este rockstar tiene una superstición bastante bizarra con respecto al alfabeto, con la letra M en particular. Y en consecuencia, nunca da un recital en una ciudad que comience con esa letra.

Creo que para terminar este post la frase “cada loco con su tema” no puede ser más atinada.

miércoles, 5 de junio de 2013

Hannibal: serie caníbal


Por Juliana Rodríguez | Tevé

Los psicópatas y asesinos seriales son el highlight de las nuevas series: Luther, The Killing, Bates Motel y The Following vienen marcando el rumbo del thriller psicológico en TV. Se suma ahora Hannibal, que le da una vuelta de tuerca más macabra (si es que se podía) a la imagen de Hannibal Lecter. La serie se centra en el personaje de Will Graham (interpretado con sutileza por Hugh Dancy), un asesor del FBI que ayuda a resolver casos de retorcidos asesinatos, básicamente porque tiene una extraña capacidad de hacer empatía con los les mentes perversas de los criminales. ¿Esa empatía es puramente mental, o parte de una tentación reprimida? Esa es una de las preguntas más interesantes que se abre a los espectadores.

Porque para controlar al joven Will, no tienen mejor idea que derivarlo a un psiquiatra con extravagantes apetitos: el doctor Hannibal Lecter, encarnado con escalofriante maestría por Madds Mikelsen (el malo de la película Casino Royale). Es justamente el nivel parejo y exquisito del elenco lo que diferencia a esta serie de productos menos logrados como la mencionada The Following. Porque mientras en dicha serie el único que se destaca es Kevin Bacon al lado de un villano que no asusta a nadie; en Hannibal, Lecter nos hace temblar de miedo como cuando éramos chicos y veíamos a la bruja de Hansel y Gretel. Y hay una sensación: si existiera realmente, este tipo podría servirnos como desayuno. Completa el casting Lawrence Fishburne, como el agente del FBI que de a poco descorre el velo de lo que sucede.

La atención al detalle en los climas oníricos, en la música, en la dirección de arte y vestuario y en el desarrollo de la trama hacen que Hannibal sea verosímil, tremenda, espeluznante. Y apta para espectadores con mucho estómago y pocos pruritos. 

La dan los miércoles, por AXN, a las 22.

martes, 4 de junio de 2013

El Rey ha muerto.

Por Pablo Durio | Literatura

Existe una Agencia Tributaria en los Estados Unidos de Norteamérica. Esa Agencia está subdividida en cuantas partes hace posible el monstruo enorme de la burocracia estatal, el organismo que representa el nivel mayor de aburrimiento y de complejidad absurda e inútil. Una de esas divisiones son los Centros Regionales de Examen, entre los cuales hay uno en particular, en Peoria, Illinois, en donde empiezan a registrarse una enorme cantidad de empleados con extraños superpoderes, algo así como unos X-Men pero sin sus trajes de cuero y cuyas mutaciones se mezclan entre lo inútil y burocrático y el sinsentido irónico narrados por un David Foster Wallace al borde la muerte, al borde de un árbol.

David Foster Wallace, voz-influencia-escritor estrella-generacional, está escribiendo sobre el aburrimiento y está cerca de los 50 años (tiene 46) y lleva 10 años escribiéndolo e investigando sobre ello (hasta llega a tomar un curso sobre contabilidad), cuenta con casi 2.000 páginas ya escritas en cuyos márgenes y pies hay un millón de notas y detrás de sí está su esposa, su editor, su agente literaria, la editorial para la que publica, el mundo entero que lo espera ansioso pero, sobre todo, los restos del único de los males que lo acompañó siempre: una terrible e incurable depresión.

Los médicos dicen que está estable, que después de su adicción a las drogas y al alcohol y a las malas compañías y a la soledad sólo lo espera un camino más tranquilo, no saben si de felicidad (nadie tan inteligente puede ser totalmente feliz) pero por lo menos de paz. Es el año 2008 y hace 6 años que conoció a la mujer con la que está casado: Karen Green, quien en 2002 se acercó a él ofreciéndole pintar paneles sobre su obra y él no sólo que aceptó los paneles, sino que también a ella y a su hijo. Llevan una vida tranquila: ella pinta, él da clases de escritura creativa (actividad que le da de comer) y escribe lo que él mismo llama “the big thing”, y su editor se muestra preocupado: llama a David para que asista a las reuniones y presentaciones y charlas que tiene pautadas pero recibe como única respuesta que ahora no, “sabes que si me lo pides iré, pero por favor no lo hagas, estoy trabajando en algo grande y sabes que si me distraigo me cuesta volver al trabajo”. Esa gran cosa es El Rey Pálido.

En una carta escrita a Jonathan Franzen (su amigo-enemigo-competencia literaria- y segundo puesto eterno en la lista de escritores miembros de la Generación x –el primero será, vivo o muerto, David Foster Wallace-) puede leerse lo siguiente: “Me siento, digamos, peculiar, que es la palabra adecuada para escribirlo. (…) Escribo a regañadientes, sumido en sentimientos ambivalentes acerca de lo que hago, hundido en el dolor. Estoy cansado de mi mismo, de mis pensamientos y asociaciones mentales, de la sintaxis, de hábitos verbales. Mi trabajo atraviesa por una fase de gran oscuridad, lo demás es luminoso y gratificante. De modo que puede decir que estoy relativamente feliz”.


Retrato de David Foster Wallace.
En el “relativamente” es donde finalmente se cuela la verdad: el 12 de Septiembre de 2008 Karen Green vuelve a su casa y encuentra a su marido muerto. DFW se quitó la vida.

“Lo bueno de todo esto: he perdido cerca de 10 kilos. Lo malo: ni siquiera he pensado acerca de escribir desde Septiembre. Y creo que no van a pasar hasta al menos 90 días antes de que me pueda poner a trabajar, aunque mi psiquiatra diga que estoy en una etapa bastante sana”, le había escrito a su agente literaria Bonnie Nadell, cuando ella quiso saber cómo andaba su trabajo.