Tim Burton vive en un universo paralelo donde se cuentan al mismo tiempo millones de cuentos de hadas oscuros y pop. En ese universo la princesa probablemente esté muerta y tenga grandes ojos y grandes ojeras y el príncipe no sea más que un pibe perturbado y sensible que no soporta las sonrisas marca Avon que se pavonean orgullosas e hipócritas a su alrededor. El universo Burton es una burla negra a un mundo al que no para de escupir aunque su enojo sea dulce y las historias no sean más que historias de amor.
Pero al igual que todos los universos (paralelos o reales), el de Tim Burton tiene una grieta importante: para regocijo de sus principales detractores existe una foto de un joven Tim peinado y sonriendo. La catástrofe, el símbolo de que su pelo alguna vez tuvo orden y su sonrisa un motivo válido: el último y único elemento que cuenta de otra forma la infancia que él describe como “muy atormentada”.
Era 25 de Agosto de 1958 cuando Bill Burton –que trabaja en Parques y Paseos luego de una fugaz carrera en el beisbol– y Jean –que tenía una tienda de regalos para gatos cuando nadie apuntaba al mercado de las mascotas llamado Cats Plus– tuvieron a su hijo Tim. Probablemente nació de noche. En la noche de Burbank: una tierra feliz para los padres, pero “un lugar maravilloso desde el punto de vista infernal”, según el niño. “Cuando uno es chico piensa que todo es extraño. Y, a su vez, uno piensa eso porque es chico. Pero un día uno descubre que ya es un hombre y que… todo es extraño”.

La paleta está totalmente en blanco y él quiere llenarla de colores, bueno, en realidad, quiere pintarla totalmente de negro y revivir a personajes muertos y matar a personajes vivos y jugar con cadáveres que cantan y bailan y robarse la navidad en un intento desesperado de que lo quieran, el niño Burton quiere crecer y trabajar “de ser el hombre que está dentro del traje de Godzilla”. Es un pésimo alumno, nunca leyó un libro, fundó el Club del Cementerio y filmó una película con muñequitos titulada The Island of Doctor Agor y su disco favorito es Welcome to my Nightmer de Alice Cooper. Cuando llega la noche se la pasa dibujando (es su modo de escapar de este-mundo a su-mundo) y, ya en la cama, le reza a su dios privado: Vincent Price.
Al terminar el secundario obtiene una beca para ir a CalArts (California Institute of Arts) fundado por el Sr. Walter Elías Disney ahora muerto y por su compañía ahora desesperada por encontrar a su sucesor, alguien que dibuje como Walt, alguien que pueda continuar con su legado de princesas platinadas y ratones que sonríen paranoicamente mientras mueven una varita mágica al ritmo clásico que le marca la orquesta de Philadelphia. “Me pusieron a dibujar para el zorro y el sabueso (un dibujo animado muy popular en los Estados Unidos). No me salían. No podía dibujar esos zorritos a la Disney. Los mío parecían topadoras”, recuerda Burton, que duerme 14 horas diarias (10 en casa y 4 en el trabajo –en un armario o debajo del escritorio-) hasta que lo trasladan y lo dejan dibujar lo que quiere. De esos dibujas nacerían, por un lado, los bocetos de lo más tarde sería El Extraño Mundo de Jack, y los poemas ilustrados de su libro: La Melancólica Muerte del Chico Ostra.

La enorme pecera que muestra detrás de los ojos de Tim a este desfile de personajes solitarios y diferentes y tiernos está explicada por las mismas fuerzas internas que movilizan a toda la marca Burton: el mundo es una porquería y los cuentos de hadas son mejores y sobre todo si tienen a la muerte y la oscuridad como marco narrativo, porque, se sabe, “cuando uno no tiene muchos amigos, y tampoco tiene una vida social, se convierte en alguien que puede observar las cosas, no tiene que hacerlas. Hay una extraña libertad al no tener que tratar a la gente como si fuera parte de la sociedad o alguien que tiene que cumplir con las relaciones sociales”.
Si el mundo fuera justo y estuviera bien contado, el universo Burton debería presentarse y terminarse con Alice Cooper cantando Welcome to my Nightmer, que es la invitación del mismísimo Burton, entre ropas negras y pelos despeinados:
“Bienvenido a mi pesadilla,
Pienso que te gustara,
Creo que vas a sentir que perteneces.
Nosotros reímos y gritamos aquí,
porque la vida es solo un sueño aquí,
Sabes que por dentro te sientes en casa…
Bienvenido a mi pesadilla,
Bienvenido a mi locura”
La melancólica muerte del chico ostra.
Autor: Tim Burton
Editorial: Anagrama
137 páginas
Editorial: Anagrama
137 páginas
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