lunes, 10 de octubre de 2011

Box

Por Juan Pablo Duarte | Cine

Firpo vs. Dempsey
El catorce de septiembre de 1923, en el Polo Grounds de New York, Miguel Ángel Firpo “El Toro Salvaje de las Pampas” se convertía en la primera leyenda del boxeo argentino al protagonizar "La Pelea del Siglo" frente al campeón mundial de los pesos pesados Jack Dempsey “El Asesino de Manassa”. Aquel acontecimiento marcó a fuego el calendario haciendo de esta fecha el día del boxeador en nuestro país.
Por adelantarse casi un siglo en lo de mezclar músculos, golpes y sudor con dinero proveniente de apuestas (algo que otras competencias comenzarían a imitar recién el siglo XIX) se considera al boxeo como el primer deporte profesional completamente desarrollado.
Pero quizá una de las particularidades más llamativas del Noble Arte resida en el hecho de que algo en él atrajo desde siempre a las más diversas sensibilidades intelectuales y artísticas de occidente. Personalidades que tradicionalmente, aunque salvando algunas excepciones, no se caracterizaron por sus pasiones deportivas.
Por ello no resulta extraño que los boxeadores hayan invadido con sus historias el mundo del cine, al igual que lo hicieron con las letras, la música, la pintura y la fotografía.

Vuélvete fuerte ahora (Gona fly now, de Bill Conti)


El rotundo éxito de Rocky I (1976), protagonizado por Sylvester Stallone, hace de esta película una referencia ineludible del cine de boxeo. Con sólo un millón cien mil dólares se filmó la primera parte de una saga que finalizó en el 2006 con su quinta secuela, Rocky Balboa.
Rocky I muestra el modo en que un tipo cualquiera puede encarnar, literalmente, el american dream. Sus footings al alba al son de gonna fly now y las duras sesiones de entrenamiento transmiten uno de los elementos en torno a los cuales gira buena parte de la narrativa boxística: el sacrificio.
Rocky sólo tiene su cuerpo, carece de otras herramientas para buscarse la vida. Por eso está dispuesto a mortificarlo hasta extraer de él su máximo valor y apostar su vida en un combate desigual.

No me has derribado Ray (Jake Lamotta)

La esfera moral del boxeo abarca también la capacidad de soportar estoicamente el castigo. La inolvidable Toro Salvaje (1980), de Martin Scorsese, refleja el tema a través de la figura de aquel que reinara fugazmente la categoría de los medianos durante al comienzo de los cincuenta: Jake Lamotta (genialmente interpretado por Robert De Niro).
Lamotta cultivó en la realidad un estilo similar al de Rocky. Era un peleador agresivo sin demasiado refinamiento que, tal como reza la crónica de época, “peleaba como si no mereciera vivir”.
Para dejarlo bien claro, sobre el final de Toro Salvaje, Scorsese lleva a la pantalla lo que se conoció como “La Matanza de San Valentin”, combate que Lamotta sostuviera en 1951 con el inigualable “Sugar Ray” Robinson.
Aquella noche ambos protagonizarían durante el decimo segundo asalto, el round más sangriento de la historia del boxeo, del que Lamotta se llevaría la peor parte. Todo terminaría un round mas tarde con el “Toro del Bronx” convertido en una erección sanguinolenta entre las cuerdas gritando a cuatro vientos que no había caído, que no había sido derribado.

Estás acabado

Pero tal como reza un conocido proverbio del argot pugilístico “los golpes no son caramelos”. Algo de esto se refleja en Homeboy (1988), escrita y protagonizada por Mickey Rourke que interpreta a Johnny Walker, un boxeador arruinado por los golpes que debe enfrentar una pelea con una estrella local en ascenso a riesgo de recibir un golpe y perder su vida.
De esta manera el cine muestra la idea que sostiene Loïc Wacqüant en su excelente libro “Entre las Cuerdas”. El boxeo es un deporte que consume la misma excelencia que produce. En este negocio los boxeadores acabados, ocupan un lugar esencial. Son alimento para crear nuevas figuras que luego deberán correr la misma suerte para alimentar este voraz Show Business with blood.

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