miércoles, 30 de marzo de 2011

Las nubes

se abren al infinito. Las líneas paralelas conducen los destinos del cielo. Se confunden realidad y olvido. Cierro los ojos y descubro un archipiélago de pensamiento. Imagino el vuelo de las ideas guardianas, un viaje por la geografía del misterio, un mundo interior: el lenguaje de la utopía, astillas de vidrio en la bruma de las ventanas, suspiros en las serpientes, y gotas de lluvia resbalando de nuevo en un marzo sin lunes en los diarios. 
Son las cuatro de la madrugada. Los cuerpos sin pesar, las nubes sin sal. Cuarenta por ciento en la graduación. Las etiquetas, los relojes y las navajas. Que no salga nadie sin cruzar los pies. La danza de los ojos se acercan, se saludan como siempre. Un reproche en un jueves de limpieza. Me gusta ver los ojos en los puntos de la ilusión, así es el hábito de la espera. Desnudas tu espalda mientras la lluvia arrastra violetas en tus mejillas. Las gotas, así, construyen las palabras antes de su origen.

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