miércoles, 6 de abril de 2011

Parece que todos

están enfermos y avergonzados, como estos tiempos devorados por un fuego infinito, mediocre y frío. Como las tumbas contra la lluvia, recostados como maderas a merced del aire. Gente al filo, al borde del último eclipse de sus vidas, gente que no sabe cuánto cuestan los sueños en esa vidriera. Gente inútil, infértil, vivaz. Porque el ruido desgarrador de un día abandonado contra el viento, contra lo que piensa en el grito frío que nuestras voces hacen sentir en las ventanas en vela. Sin embargo, si nos concedieran crédito, podríamos usar las botas si bailáramos desnudos sobre el césped amarillo. Y, lo milagroso de esta fuga, sin pensar por qué, por qué nuestros días quieren morir. Las experiencias que contamos, casi siempre son lo que no teníamos intenciones de hacer, jamás lo que decidimos hacer. Por eso, la vida no es un negocio.

No hay comentarios: