lunes, 23 de mayo de 2011

Hacia el oeste,

hacia la comisura del cielo, los mordiscones de una árbol y los escarabajos. El árbol se inclina tibio en dirección a los aviones que ensartan sus alas contra el cielo. Hay pibes escuálidos en las orillas del río. Nosotros fuimos jóvenes y peores, los viajes por la tierra se hicieron y se dieron raspando tablas y zapatillas contra el asfalto, de una ciudad a otra no necesitábamos más. Y ahora me cuelgo en el recuerdo de un puente en una ciudad en la que fui feliz. Ahora miro las mismas caras en las cosas ocres, el gris que imitábamos de Londres en las manchas violáceas de la ciudad ha matado al arte de los ojos. Nuestros ojos fueron pulverizados por la ceniza de las bolsas de consorcio. A la comisura del cielo se le escapa una baba en forma de nube donde los pájaros peinan sus flecos enrulados. Los fuego artificiales de alguna inauguración quedaron calentando la panza azul del cielo. El cielo se dinamitó. Un auto incendiado con un sólo vidrio tilda la fiebre de tanto pasado. Los días se animan a golpearse la cabeza contra el cordón de la vereda. La derrota de nuestras ansiedades frente al cielo... y vos, pegado en el pasto con la sonrisa delirante de tus malos días.

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