Una gran promesa folk, un gran disco debut, dos preguntas: ¿alguien sana de haber vivido? ¿quién tiene ese dolor en el cuerpo?
Un puñado de canciones como miradas que irradian esa tristeza que mira al desierto que vendrá y lo arrasa todo, incluso estas canciones que son fiebre que quema, transpiran, que suspenden la respiración; canciones sin opción de cambio, con ruidos de bruma, que despiertan chaparrones, sueños de carbon, polvo, empujones y la soledad que crece.
A Larum hace que se te vuelen los olores, que se desafine la respiración y la memoria se astille. Después de escucharlo hay que esperar que todo pase, como un tremendo viento, un torbellino en contra de los malos días. Después de que la noche se haya opacado permanecen las ganas de quedarse en este disco seguro de que tus promesas arderán, tus ruegos y estas palabras que suben. Estas canciones siempre vuelven a rendirnos cuentas como un templo de dioses ciegos donde enterrar nuestros ojos encandilados. Dejate conducir por Johnny Flynn por partes discontinuas, como él lo desee, bajo nubes y viento suave.
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