domingo, 31 de octubre de 2010

Ahí en el lugar


donde escondes tus exilios, tu techo de aguas tormentosas, tu cielo húmedo de nubes malditas, tus deudas llenas de polvo en el viento. Todas las veces que caminé detrás tuyo observando tus pies pequeños, tus libros, tus cactus, tus ojitos asustados y vos tan sola. Tu corazón lleno de grillos, tu espalda blanca y delicada coronada por un tatuaje del cual valientemente nunca te arrepentiste. Por siglos quisiera morder tu boca, pero nunca contar tus dientes, ya lo sabía, todo lo que tenía sentido se ocultaba en tu guarida natural. Yo no lo sé, tal vez me pareció, tal vez me sentí un hereje. Te hablo de esta forma porque sé que me entendes. A vos te hablo en este cielo púrpura, en esta tierra seca, en esta estática enamorada, en esta mañana que nació con vos, en estos colores. Sos mi galaxia remota, la memoria olvidada de lo que pasó, la memoria que súbitamente se recobra en tus manos. Esta es un alegría vieja, una fiebre antigua, una epifanía que recomienza cada vez que te regalo canciones como un acto de fe rugoso.

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