Robert Pollard dejó en suspenso a Guided By Voices, su banda, tal vez cansado de ser celebrados por la prensa e ignorados por el mainstream. Robert Pollard quizás no crea que esto pueda llegar a ser útil, no bien todo comienza de nuevo advierte que se queda solo otra vez. Debe ser difícil, a veces angustiante, notar la falta de interés, la desigualdad en el trato, la justicia arbitraria que insiste en premiar y reconocer a muchos de los mediocres que lo rodean como si ardieran igual, como si al fin compartieran el espiral descendiente en el que ellos se caen porque la gravedad siempre gana.
R. Pollard se arde de puro maldito, insiste en no renovar algunos sueños, los que no lo determinan, los que lo obligan a repetirse. R. Pollard va ciego y desprovisto de coartadas hacia todo, nunca mide sus sueños, nadie al cabo parece entender cuál es su empeño y, mientras algunos se escudan en la miseria conceptual cotidiana, Robert Pollard hace rato que en su propio éxodo hacia ninguna parte ha dejado atrás la tierra arrasada.
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