jueves, 11 de noviembre de 2010

Al sur de esta tarde

vuelan los días, pero el mes es seco y cenciento y las ramas de los árboles suenan haciendo ruido entre el viento. Que esta tarde se llene de alegría, seguro alguien va a haber compadeciéndote como si fueras la premonición de algún deseo. Las nubes arrastran el frío de la mañana, hacen canciones con esqueletos de sonidos. Todo es una lujuria lentísima que socava. Vientos, jardines, chicas solitarias. Arranquen esta aguja clavada en mi corazón, hagan que deje algo menos inútil a mi paso, una gota de sangre, una sola gota de sangre que no sea sangre de la nada. Quisiera vivir mi vida entera aquí. Quisiera morir aquí mi muerte entera, mi destino coronado como lo único puro, lo único fértil y salvaje, la herrumbre de algo que debió ser espléndido y para lo cual siempre me creí concebido.

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