martes, 2 de noviembre de 2010

Tal vez funcione como una suerte de exorcismo

Iba a verte todos los dias de los muertos, cuando la muerte no dolía. Me llevabas de la mano, se me secaba la boca, hablabas con las palabras cerradas, te ponías un vestido blanco y olías a gladiolos y a margaritas. Tenías una casa oscura y eras frágil como una niña. No eras coqueta, eras fuerte. Tenías una blusa alegre de escote subido. Te quedaba de perlas. Nos metimos en un cuarto pequeño en el cual apenas entrabamos. Te ofrecí mis brazos, te sacaste la campera, el vestido, la blusa, la remera, el corpiño. Te miraste al espejo y me miraste. Vi tu pecho crudo, las costillas al aire y, después, tu corazón fatal como una piedra. Yo te miraba, antes de que te disolvieras en mis pupilas y, de las ganas en mis ojos, el dolor de mirarte me devastaba por la ausencia.

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