martes, 2 de noviembre de 2010

Sonrío, sonrío y sonrío.

Éste es mi lenguaje eterno del vacío en el cual quedo. Suena el silencio, rasco y aplaudo. Sonrío. Soy el fulgor, esquivo las luces, soy a veces un ser civilizado. Soy una persona civilizada que atenta contra mí y siempre me invento revelaciones, me lluevo, me bebo la huella de vos en mi cuerpo. Me calmo. Te bebo. Éste es mi sueño, el sueño de llegar a cualquiera de tus lugares, a tu territorio sagrado, quien te navega, te contiene. Contra tus orillas quiero descansar, estrellar mi barco fantasma, como tan cerca que siempre te llego, la forma en que llueve cuando estamos juntos. Es así. La pasión deja en suspenso a este mundo. Nos deja en suspenso, listos para atravesarnos, para dejarnos envolver. Siempre puedo encontrar una mirada que quiebra el espacio y que llena la oscuridad. Tu cuerpo.
Hay una hoja en la sombra de tu pensamiento. Mi cuerpo vivo es la rama del fruto de tu amor. Vos y tu cuerpo nadan en lo inerte y siempre echas raíces en la fuerte tierra fértil, y prestas estos oídos a tus ojos y buscas siempre en las playas de mi cordura las sutiles flores de tu luz. Jugamos a decir secretos de uno, cosas que no contamos a nadie, profanamos recuerdos, desnudamos antiguas intenciones, burlamos lo sagrado. Lúdicos, lujuriosos, nosotros ya desplazamos al miedo. Cada uno de nosotros ya hizo contacto con lo mejor de la historia del otro. El desconsuelo no halló caminos y hasta dormimos y soñamos. Habrá un día un amor no amado. Un día llegara eso, un amor breve, sin gramática, un amor de palabras solas. Amor sin gramática como sostén, un amor extraviado, allí, solo y dejado enseguida. Será una maravilla ignorar el porvenir porque nunca encontraremos la soledad.
17 de Agosto de 2010.

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