lunes, 15 de noviembre de 2010

El sentido de nuestra vida

no se clausura acá. Paso a paso tu cuerpo va a cartografiar el mundo exterior y va a hacerse cargo de su precariedad. Todo te sirve para mitigar la angustia, ella te da la espalda y la soledad. Es así. La certeza de lo efímero, la posibilidad real de la supervivencia. Estamos solos sobre el corazón de la tierra y de pronto anochece. ¿Qué hace el miembro de algo, alguien que es parte de una mentira cuando se da cuenta de que eso es algo que no existe? Es así, es una maravilla ignorar el porvenir porque nunca encontramos la soledad: la hacemos. Podés oír la noche y sus habitantes que cantan lastimados, los hermanos desnudos que tiemblan de miedo, los amantes que velan abrazados al viento de la locura, los amigos que vuelcan sobre su corazón la soledad de los siglos, la muerte que no va a florecer en tus ojos si no buscas más allá de la vida, todos los que guardan su matriz sin tiempo, las bocas comunes que sangran y dejan manar un compromiso mutuo, un paraíso denso que crece bajo la ley de los que desean. Afuera la noche, su claridad mentirosa que funde sus diferencias, lo sombrío que agrieta tu claridad; el corazón, el mío, que solloza recordando todo lo que no he olvidado.

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