martes, 2 de noviembre de 2010

Los bares y las discos

me parecen cada vez menos agradables. Debo decir que cuando no estoy sentado a oscuras, con los ojos hundidos y las pupilas dilatadas por los tóxicos la perplejidad o la rabia, le puedo resultar agradable, incluso divertido.A ella no le importa si estoy poco hablador o especialmente locuaz o si la miro heavy. Está acostumbrada a mi manera tarada de saltar de un tema al otro, siguiendo los impulsos de mi mente. Si le pregunto por qué todavía me odia, me lo dice. Le gusta que le cuenten una buena historia, sobre todo si ya la ha escuchado antes. Quiero conocer todos los detalles y la atmósfera, quiero conocerme a mí a través de ella. Pero ella habla lentamente. A menudo no sé si simplemente esta pensando la siguiente palabra o si no va a volver a abrir la boca. Aunque, es cierto, agradezco esos intervalos, me permiten dejarme llevar por mis pensamientos. Pero ¿quiero monólogos y pausas, aire viciado y bares todos los días? Como pueden comprobar, yo sé dar a las mujeres esperanzas a falta de satisfacción.

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