lunes, 1 de noviembre de 2010

En mis manos sembré

señales de tormenta. En mis manos exploto su caudal, hoy me atardece. La brisa mueve hilos de los que brotan mis sueños. Busco tu orilla de calma y de tristeza. Busco tus ojos olvidados. Pienso llegar en lo que dure la tarde. Mi respiración es un torrente silencioso, asciende como la marea, como la luz que anuncia la mañana. Hoy es una salida etérea, la corriente me lleva otra vez a tu vereda. Esta ciudad está cubierta por gritos de arena, presiento por donde andarás, intacta, derrumbada por el sol y por el silencio que nunca oye tus plegarias. Nunca le hago caso al tiempo, los segundos son como refugios que marcan mis pasos que siempre se extravían. Yo no soy un viajero, yo sólo creo que tu espejismo, yo sólo me quedaré amarrado a la nostalgia de haber arañado el paraíso. 

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