martes, 2 de noviembre de 2010

Una ciudad que me apaga

Aunque la ciudad se aleje como un río y yo sin saber que pierdo para siempre, no hay que aceptar las derrotas o los olvidos en un café amargo o en una casa vacía. Contradiciendo en todo a las manos de la noche y el hambre del transmundo, alcanzo caminando sobre los viejos sueños que maduran como un dios pobre y dicen ser el sol. Es hermoso ser el agua o el pez, el cielo o las nubes. Es hermoso contemplar todo el día, ser el árbol o el fruto, lo simple o lo complejo, la recta o el círculo. Feliz siempre en cualquier parte, ser el pié o el camino, ser un diente o la risa, ser un hombre, ser todos los hombres. Las huellas que dejamos parecen mensajes, antiguos forajidos en el tiempo. Al finalizar este día, las palabras nos recibiran en la noche profunda de las calles.

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