martes, 2 de noviembre de 2010

Cegado por los colores

El color blanco que pasa, el ojo borrado por una aguja. La verdad se dice, se revuelve, se adelgaza y nada un instante en la corriente. La verdad tiene vientre de amapola y sed de río. La verdad ata a las nubes y arrastra las sombras al vacío. La verdad dice que cosecha el cielo y ofrece su fruto a las estrellas. La verdad despierta en el silencio con su luz, la verdad ilumina a los que callan y apaga a las voces que hieren. 
Era mediodía y los hechos estaban incrustados en los pliegues en su memoria transparente. Todos callamos para escuchar al sol revolcándose entre las hojas, en los papeles que corren por el suelo. De esas historias solo quedó un comienzo y un lugar, un lugar donde no hay y los amores se amontonan. Hay una promiscua voracidad, un pasado continuo, una tortuosa vida póstuma; un campo que no hay, un aire que no hay, un agua que no hay, y una vida que viven algunos que no hay.

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