martes, 2 de noviembre de 2010

El surfer cordobés

El surfer cordobés espera su tanda para entrar en el agua. Es la mañana y las cosas están heladas (no es necesario tocarlas para saberlo). El sol brilla y los pájaros que parecen de metal cantan. En las mañanas de surf, varios chicos entran en los tubos, salen de los tubos, giran, cortan las olas para abajo, cortan las olas para arriba y saltan por el aire para caer del otro lado y esperar la siguiente serie. En redondo beach las cosas son distintas. Los body boarders no pueden deslizarse a través de las olas conquistadas por los surfers. Los surfers jóvenes no pueden interferir en el camino de los surfers viejos. Los surfers viejos no pueden pero igual te cortan con la quilla si no te metes bien debajo del agua, lo mas abajo que puedas. Y de vez en cuando aparece algún lobo marino, algun tiburon. No hacen nada, pero dan miedo. La piel del surfer cordobés tiene tristeza. Su mente helada nada y filtra a contrapelo la espuma verdosa. Su habla se pierde sola entre las olas pequeñas. Era una época brillante y decadente llena de sombras misteriosas y reflejos secretos, entre espirales de humo y tedio. El joven surfer cordobés vivía allí con una joven hermosa de Illinois, en un departamento de una sola habitación. Allí soñaba y cantaba sus sueños entre imágenes lejanas y embriagueces de humo. 

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